"La verdad, es el alma de los honestos, la mentira, la de los cobardes, la traición la de los miserables."

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El eco del otro.


Vivimos en sociedades despersonalizadas en done el habitante común cada vez tiene menos relación con su prójimo. Cada día advertimos con preocupación la creciente indiferencia social que va empobreciendo los vínculos en la comunidad. 
La irresponsabilidad y el aislamiento social son males que están ganando la partida y las relaciones epidérmicas florecen como la mala hierba, alimentando un yoismo desmesurado que se está convirtiendo en pandemia y resulta difícil descubrir entre tanto ruido el eco del otro. 
La ciencia, el arte, y la sociedad de consumo están listos para llenar los huecos de nuestras vidas y darnos una aparente satisfacción. 
Aun encontramos algún trasnochado que atesora viejos dogmatismos plagados de verdades inconcusas que confunde con principios para justificarlo todo con tal de no comprometerse y ufano declara que posee una carta de valores pero en realidad esa es su excusa para mantener el statu quo. 
En medio de este viaje que más tiene de inercia que de conciencia vamos creyendo que la distracción puede ocupar el lugar de la emoción, el compromiso y la definición filosófica ante la vida. Entonces, ganados por el aturdimiento llegamos a un estado en el cual vemos con naturalidad como se hace costumbre el canjear valores por engañosos y rutilantes destellos de espejos coloridos. 
Con la llegada de la edad post moderna hemos hipotecado la armonía interior  por la comodidad y nos limitamos a ubicarnos en un lugar seguro para no ser triturado por la maquina social. Por eso a veces marchamos tan de prisa que solo advertimos la talla del que camina junto a nosotros cuando necesitamos que nos tome de la mano y demuestre lealtad. Es en ese momento que nos detenemos en la errática y acelerada senda en que se ha convertido nuestra vida para sopesar la absoluta incongruencia entre nuestros valores y los del otro. 
Entonces se nos cae la venda de los ojos y comprendemos la relatividad que va ganando a nuestro prójimo, la ausencia de valores establecidos en este nuevo orden en donde todo se compra, todo se vende y todo se descarta. 
¿Cuantas veces al día escuchamos frases como: no te metas, mira para otro lado, deja las cosas como están, esto siempre fue así…?.
Y en medio se esa banalización de los principios y la permanente relativización de las relaciones humanas vamos dejando en el camino palabras que van quedando obsoletas como solidaridad -muy usada pero escasamente practicada-; Lealtad, honestidad y tantas otras que Antonio de Nebrija supo recoger, allá lejos.
Por todo ello hay que caminar sin aturdirse, sin genuflexiones ante la injusticia y sin olvidar que las personas somos algo mas que un montón de palabras coloridas o una pose defendida con discursos retóricos. Las personas somos acción y es en el momento de actuar que el otro demuestra si da la talla de nuestro compromiso. 
Recordemos que una persona valiosa es una persona que posee valores interiores y que vive de acuerdo a ellos. Un hombre vale entonces lo que valen sus valores,  la manera cómo los vive y como se brinda ante el prójimo.
Lo demás, lo demás es pura impostura.

Mercedes Vigil
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