El velo: una discusión intrascendente.

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 Es notorio que la mejor forma de no solucionar un problema en desviar la discusión sobre temas accesorios, costumbre cada vez más generalizada. En Uruguay la quita de los crucifijos de los hospitales no fue una medida prohibitiva sino libertaria. Cada individuo podía acompañarse del símbolo religioso que le identificaba o, de así preferirlo, de ninguno. Ahora, un occidente crispado cuestiona el uso del velo. Yo les digo que jamás admitiría  que me prohíban usar mi cruz cristiana, en ningún tiempo ni espacio. Tampoco acepto que alguien se abrogue la potestad de decidir cuál símbolo religioso puede usarse, se trata de una opción personal e íntima. He tenido el privilegio de recorrer Medio Oriente y brindar conferencias ante decenas de intelectuales musulmanes vestida igual que en los EEUU. Como siempre, llevaba la cruz que heredé de mi abuela pendiendo del cuello y nadie me hizo sentir diferente.

          Quienes hoy se erigen en jueces de lo que debe ser o no un símbolo para el islam deberían recordar que hace 300 años la iglesia católica consideraba que las mujeres no teníamos alma, que el baño era pecado y vaya a saber cuántas cosas tan o más definitivas que el velo. Ni que decir que Las Cruzadas solo son el mojón mas publicitado de los horrores que el hombre ha cometido en nombre de Dios.

            Para tratar este tema hay que conocer íntimamente el significado de ese trozo de tela que resguarda la moral interior de la mujer musulmana.  ¿Perjudica a alguien? Absolutamente no. Muchos han esgrimido motivos de seguridad y yo los invito a observar lo que acontece en el mundo. Personalmente  he recorrido muchos aeropuertos viendo a mujeres musulmanas levantar su velo frente a los empleados de migración y a las cámaras de identificación facial sin problema alguno. O sea que  el velo no trae dificultades a la hora de identificar al pasajero.

          Pero como no hay mejor cosa que la experiencia, recuerdo que Nicolás Sarkozy tuvo la mediática idea de realizar una campaña de prensa en contra del uso el velo. Lo único que logró fue que miles de mujeres musulmanas abandonaran los centros educativos. El entonces presidente francés debió considerar que la educación ha sido el mejor vehículo  para que las minorías alcanzaran la igualdad.Como si esto no bastara es un hecho conocido que en Francia y en algunas alcaldías españolas, se ayuda económicamente a ciertos grupos islámicos en la diáspora, muchos adherentes confesos a organizaciones  terroristas.Es allí en donde debemos trabajar y no en el uso de un trozo de tela.

        Para rematar les diré algo que aprendí con motivo de mi trabajo sobre Los asesinatos de honor en el Kurdistán, territorio que se extiende entre los macizos montañosos del sur del Cáucaso, los montes Tauros, Zagros, el monte Ararat y la meseta de Anatolia oriental.  En esa región que toma territorio de Irán, Turquía y Siria viven los yazidíes, pertenecientes a una minoría religiosa insertada dentro de la minoría étnica kurda. Allí la violencia es moneda corriente como consecuencia de las pugnas religiosas y la conjunción de intereses soviéticos, británicos, estadounidenses y persas. Los yazidíes son el fruto de una ramificación del Islam que se desgajó tras la caída de los Omeyas. Sus mujeres visten a la usanza occidental y no llevan velo. Sin embargo es en ese grupo, quizás el más reaccionario de la región, en donde la pena de lapidación esta más vigente y actualmente se realiza con absoluta impunidad. Por consiguiente discutir el uso de un símbolo tan caro para la mujer islámica es como cuestionar si yo puedo llevar mi cruz.

         Lo que verdaderamente liberará a esas mujeres es la secularización de las sociedades del Oriente Próximo. Es allí y no en otro lado en dónde la intelectualidad debe trabajar. En este siglo 21 a nadie se le puede ocurrir sostener que poder terreno y poder divino deben estar en las mismas manos. Por eso me resulta inútil la discusión  sobre el velo, una cuestión menor que puede desviar la atención de aquellos asuntos medulares que mantienen a gran parte de la población mundial en la lista de los desheredados.


     Mercedes Vigil


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