Tiempos Violentos

La historia abunda en vidas que se han transformado en leyenda, pero en el caso del General Venancio Flores sucedió a la inversa: la leyenda se transformó en su vida y eso hace ardua la tarea a la hora de conocer al hombre.
Hay cientos de decretos, cartas y epístolas privadas del General , su familia y sus colaboradores, así como largos informes de las campañas en las que ha participado. Sin embargo, a la hora de evocarlo, parece ser que el anecdotario colectivo se ha ido devorado al personaje, casi sin remedio ni tiempo para la historia.
No es tarea fácil meterse en la piel de los caudillos que transitaron aquellos tiempos, porque antes debemos despojarnos de ciertas ideas, valores y preconceptos que atesoramos en este siglo XXI y que son una construcción evolutiva, parcial y subjetiva de nuestra peripecia existencial.
Antes de abordar los hechos y circunstancias que rodearon la vida del General Flores, hay que superar los prejuicios que uno ha ido acumulando y rescatar el tono de aquel siglo en el cual la vida, el honor y la muerte eran valores muy diferentes a los que tenemos hoy. Por eso, este libro ha sido un camino de memorias y desmemorias. ¿Cómo definir y juzgar a un hombre sin saber como era el mundo en que cual de movía? Tampoco es tarea sencilla el comprender la voz narradora, porque Fermina es una mujer que debió construirse en medio de un siglo de negación y olvido. Eran tiempos en los cuales los barcos arrojaban de sus bodegas al puerto de San Felipe y Santiago cientos de negros bozales sin mas propiedad que sus recuerdos y tradiciones, las que muy de vez en cuando resistían el embate del amo blanco, ansioso de acrecentar su hacienda sin importar que con ello se perdieran sueños, dioses y costumbres.
Había que hablar la lengua del amo, rezar al Dios cristiano y vivir en sus casas, cuidando hijos y bienes ajenos. Luego vendría la liberación y el rescate de la memoria negra por los afro descendientes que reconstruyeron lentamente bailes, tradiciones y plegarias en una tarea ardua, difícil y siempre dolorosa.
Fermina nos conducirá por aquella San Felipe y Santiago e intentará mostrarnos las mil caras de aquél país vacilante en el cual la violencia era un modo de vida. Por eso quizás adviertan que en esta narración no hay una sola mirada, sino varias y muy diferentes. Porque los hechos no suceden en tabla raza sino que se van desgranando a través de diversos actores que se mueven en ese escenario caprichoso, vulnerable y variable que es la vida.
No era igual ver pasar aquellos sucesos desde el Fuerte de San José que desde el amontonadero de negros. Tampoco era igual hacerlo desde las distinguidas salas del Hotel Oriental y mucho menos desde aquella cocina en la casa de los Flores en donde Fermina vería transitar más de medio siglo de la vida de sus amos y con ella, la de un país en ciernes.
Cada mirada es distinta y todo testigo es válido, por todo ello ha sido difícil rcrear la vida de aquel hombre, en medio de una historia cargada de luces y sombras, como la de todo caudillo del siglo XIX.

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